lunes, 19 de mayo de 2014

Estimados amigos,

Tenemos el honor de invitarles a la " Jornada de Ciencia, Arte y Música " que tendrá lugar el día 30 de Mayo de 2014 en el Auditorio de Calatrava de Salamanca.

La jornada comienza con una conferencia de 17.30 a 19 horas, tenemos un descanso y posteriormente, a las 20.30 será el concieto, al finalizar les invitamos a un cóktel.






domingo, 3 de marzo de 2013

Psicoterapia Dialytica, Cencillo - VIII

Continuación del artículo de Vicente Ortiz y Javier Sedano.


Efecto injerto. A veces se da una especie de incubación o regestación de la personalidad del paciente por la personalidad del analista, que se injerta en aquella para activarla y vertebrarla adecuadamente. “El efecto injerto, reside en la “terceridad”, en ese campo analítico intermedio creado entre terapeuta y paciente. Es simultáneamente un efecto de la transferencia y de la contra transferencia, que tiene diversos registros y diferentes funciones. Este efecto, junto con la co-elaboración conjunta que ambos protagonistas hacen del proceso y el continuo papel activo, afectivo y comunicativo del terapeuta, construyen un espacio de interacción relacional más rico, a la postre, para la resolución de los déficits y conflictos acaecidos en la historia del sujeto” (Guerra, R., 2011:181). La posibilidad de una comunicación profunda, que transciende los planos verbal, social y conceptualizable, se sitúa a niveles concretos, participativos y vivenciales y está condicionada por:
            a) La confianza básica, como una suerte de "experiencia emocional correctora" que rectificaría el influjo parental primario perturbador.
          b) La comunicación de inconscientes, es la capacidad de intuirse en dos direcciones del ejercicio relacional y  sobre todo de la captación de la vida inconsciente y supone: Por parte del Terapeuta: Intuir la dinámica inconsciente de las perturbaciones, anticipando datos inexplícitos. Cometer lapsus liguae que hacen insight en el paciente. Acertar hermenéuticamente de modo que el paciente se sienta inconscientemente comprometido por la interpretación.
- Por parte del paciente: Soñar o fantasear eidéticamente datos del analista. Soñar con expresiones en lenguas desconocidas. Premoniciones sobre situaciones que afectan al analista sobre la propia vida y la de otros, otorgando ya la capacidad del avance paranormal y la posibilidad nunca cerrada de la autentica comunicación superior. (Jung, C., 1974; Cencillo, L., 1970; 1977; 1988; 2001; Weiss, B., 2003; Ortiz, V., y Guerra, R., 2007; Ortiz, V., 2009).
Dicha comunicación se puede fomentar a partir de una relajación explicita sobre todo, cuando el paciente se muestra resistentivo en las fases medias y co-elaorativas del proceso y aparece la comunicación en forma de silencio, ya que no surge material o el que surge parece haberse verbalizado ya. (Cencillo, L., 1970; 1977; 1988; 2001; Sedano, F., y Ortiz, V., 1992:51; Lahitte, H., y Ortiz, V., 2005; Ortiz, V., y Guerra, R. 2007; Ortiz, V. 2009; Ortiz, V., 2011).
Recordaremos sucintamente, algunos silencios más allá de la frustración, que nuestro autor avanza, en una descripción fenomenológica operativa, ante la desigual función dinámica señala, que por lo menos surgen once tipos diferentes de silencios: Vacíos o inertes, al comienzo; Provocador, el paciente calla para probar el aguante del terapeuta; Resistentivo, al paciente no se le ocurre nada; Preparatorio, el paciente indica analógicamente un trabajo de introspección; Transicional, es un silencio que indica el cambio de una fase a otra, sobre todo en las fases medias; Profundo, incapacidad ante nuevos contenidos más alejados de la conciencia; Elaborativo, el paciente está asimilando lo verbalizado; Ansiógeno, anuncio de nuevos materiales; Traumático, abuso de señalamiento o interpretación por parte del terapeuta; Expresivo, como forma de intrigar o seducir  y similar al  de Petición de ayuda, que pide rescate o que se le ayude con alguna fórmula operativa (Cencillo; L., 1988:229).
También en el terapeuta aparecen silencios: Comprensivo, precisa escuchar; Empático, precisa sentir el discurso del paciente para comprender; Elaborador, precisa conectar niveles de información; Negador, no está de acuerdo con el paciente en su argumento; Censurador, no sólo no está de acuerdo sino que puede que no sea el momento de confrontar o inhabilitar; Activación; el terapeuta calla para que se active la información reprimida; Desconocimiento, no habla, no sabe porque le faltan datos; Desconexión, falta de atención por diferentes motivos vitales (Ortiz, V., y Guerra, R.; 2002: 243).
 - Clima afectivo: Es uno de los focos que más atención debe prestar el terapeuta sobre todo en los inicios de la relación, en las denominadas entrevistas iniciales, para no perder el caso, por lo que más allá de estrategias operativas de anamnesia exhaustiva y evaluaciones persecutorias, debe abrirse el terapeuta a una profunda aceptación sin juzgar, y coincidimos con la tolerancia no dirigista, y la paciencia personal para conducir el caso, junto a la autenticidad genuina, que ya recordara los diferentes autores humanistas; (Maslow, H. A.1972, 1987; Allport, G..W. 1972, 1974; Rogers, C., 1981; Fromm, E., 1975, 1977, 1980, 1986).
Advierte E., Nacht (1966), que el rasgo fundamental del analista debe ser la bondad. Aunque por ello también es compatible asumir otras formas relacionales que manejen adecuadamente los límites de la relación de cara a su mayor crecimiento personal y existencial (Cencillo, L., 1970; 1974; 1977; 1988; 2001; Sedano F., y Ortiz, V., 1992:51; Lahitte, H., y Ortiz, V., 2005; Ortiz, V., y Guerra R., 2007; Ortiz, V., 2009; Ortiz, V., y Guevara, M., 2011).
La conducta del analista ha de ser factiblemente controlada, sobria, exigente y hasta "dura" para no corresponder a las demandas del paciente. Pero el paciente ha de advertir una estima auténtica de su persona, una intención sincera dirigida hacia su bien, y una captación afectiva de su concreción personal, unida al aprecio real de la misma. Ha de adiestrarse al terapeuta en formación, en una percepción altruista y concreta del otro, que podemos calificar de núcleo dinamizador de la vocación de terapeuta.
-Inducción energética. Supone un préstamo de energía que el paciente recibe del terapeuta. Capacidad de entusiasmo, visión clara y motivante de las realidades, percepción confiada y apreciativa de los demás, son cualidades que el analista debe desarrollar en mismo, para poder ser eficaz. La energía proporcionada por el terapeuta supone un injerto de realismo, de visión objetiva de las realidades, de plenitud afectiva equilibrada, atributos que claramente puede resultar un modelo inconsciente para el comportamiento del paciente.
Asimismo, en la actualidad y con la factibilidad de viajes, desplazamientos o interrupciones puede discutirse si estas funciones son sostenibles en el actual fenómeno del encuadre a través de Internet, abriendo un nuevo camino para la psicoterapia virtual. Pero, más allá de la comunicación virtual, parece sensato recordar que la relación terapéutica tiene que estar conformada por una comunicación reglada, que comprometa la productividad del mismo y nos permita progresar, que en el fondo es de lo que se trata, cambiar el goce del síntoma por el del saber, lo que nos conducirá a una posible conquista de crecimiento personal y contra las tendencias más arcaicas y primitivas de la emergencia negativa del inconsciente. (Rof Carballo, J., 1972; Jung, C., 1974; Cencillo, L., 1998; Lahitte, H., y Ortiz, V., 2005; Ortiz, V., y Guerra, R. 2007; Arias, T.; 2009; Ortiz, V.; 2009; Ortiz, V.; Guevara, M.; 2011; Ortiz, V.,  2011).
Por eso, tal vez el encuadre o las reglas de trabajo deben de variar poco y así Bleger (1976) alude el encuadre como el no proceso cuya mudez lo hace aparecer como inexistente hasta que algo lo altera. Winnicott (1981) define el setting como la suma de todos los detalles de la técnica. León Grinberg (1989) entiende el encuadre como el proceso de investigación, que puede ser entendido en la flexibilidad suficiente de los límites que expresa la relación contenida en el cuadrilátero de boxeo. “El encuadre supone fijar como constantes las variables de tiempo y lugar, estipulando ciertas normas que delimitan los papeles de entrevistado y entrevistador con arreglo a la tarea que se va a realizar." (Etchegoyen, H., 1986). 


Psicoterapia Dialytica, Cencillo - VII

Continuación del artículo de Vicente Ortiz y Javier Sedano.


El diamante de la transferencia

Como vemos en la gráfica los efectos transferenciales se amplifican en una herramienta fundamental y adquieren incomparable prisma, en función de los diferentes flujos emocionales del proceso terapéutico.





















El efecto testigo. Se produce cuando el analista es sentido como representante de la sociedad, del "fuero externo", que compromete y toma la palabra, de modo que las verbalizaciones, las confirmaciones de las hipótesis formuladas le resultan al paciente irreversibles y efectivas, por haberlas conocido su analista. Sería la confirmación de la tesis de Sartre: "los demás nos fijan en nuestro yo". El analista encarna aquí el principio de realidad, que no puede negarse ni anularse lo que una vez ha conectado con él, que queda literalmente "realizado".
El efecto espejo. Por el efecto espejo el analista refleja, objetivándolo, lo que el paciente proyecta sobre él, emite, hace o afirma. El analista recibe los mensajes del paciente y se los devuelve especularmente, objetivados, localizables y determinables, desgajados de la masa emocional y subjetiva.
Los materiales se convierten en objetos de reflexión, interrelacionados y sistematizados, es decir, en las mejores condiciones para producir insight acerca de su significado y de los mecanismos o relaciones reales que ocultan.
El efecto pantalla. Es el efecto más típicamente transferencial y sólo se diferencia del anterior en la naturaleza de lo proyectado. En el espejo el analista objetiva y devuelve toda clase de mensajes del inconsciente. En el efecto pantalla, sólo inviste roles, inconscientemente atribuidos y proyectados por el paciente sobre él. Aquí es mayor el grado de objetivación y de relieve adquirida por lo proyectado. Se percibe al analista como portador efectivo de los roles o imágenes investidos, lo cual es más movilizador u operante.
El efecto regresión. Puede considerarse también como la consecuencia práctica, dinamizadora e inmediata, del efecto pantalla. El paciente puede revivenciar regresivamente situaciones, relaciones y emociones tempranas e infantiles, antes profundamente reprimidas, que adquieren ahora mayor movilidad, al ser drenadas por desplazamiento hacia el analista.
Las demandas, al ser frustradas, provocan regresiones cada vez más remotas, lo cual permite desreprimir y liberar cargas de energía libidinal siempre mayores y más básicas.
El efecto descarga. La objetivación proyectiva y la abreacción hacen posible una desactivación de las cargas libidinales inobjetivamente asociadas, o una distensión de su poder generador de presiones, productoras de angustia o de compulsiones. La realización, siquiera sea fantaseada, de deseos tolerados o aprobados por el analista, es el resorte de una abreacción inicial en la mayoría de los casos. La tolerancia transferencial crea un clima distendido y cálido que favorece una progresiva manifestación del fondo emocional del paciente.
Efecto despliegue. Gracias a este efecto, las presiones afectivas, angustiosas u obsesivas se distienden, la vida afectiva concreta se acepta lúcidamente, se distiende y se explaya, produciendo desahogo y aceptación de mismo. Permite contrastar la vida afectiva profunda con el "principio de realidad", medir objetivamente sus alcances y desarticular las constelaciones indebidamente depresivas o maníacamente mitificadoras de objetos. Facilita la abreacción de elementos pulsionales paralizados o incontrolada y sustitutivamente activos.